METALLICA – 1991
Uno de los discos que no debieron existir y sin embargo
existen, fue este. Así como el grunge mato al glam/hard rock/heavy metal, el
llamado “Black álbum” de Metallica, casi mató al thrash metal. Un disco que de
alguna manera orilló a muchas bandas a buscar un sonido más espeso que el que
propusieron estos chamacos en su tiempo gracias a la producción de Bob Rock a
quien contrataron después de que Lars Ulrich, escuchara el álbum de Mötley Crüe,
“Dr. Feelgood” (1989) y le asombrara la forma como sonaba la batería de Tommy
Lee y la guitarra muy espesa de Mick Mars. Una historia que cambiaría el rumbo
de la música. Ya estos chamacos estaban entrando a sus treinta años y tenían
ganas de dejar atrás el vertiginoso sonido de sus años mozos y experimentar con
algo que en su momento sería repudiado y hasta hoy, más. Siguiendo la tendencia
musical de ese entonces, que fue impuesta por el glam metal, querían grabar un
disco con temas más simples, con guitarras más espesas, una batería mejorada y
un par de baladas por ahí. Algo impensable pero que ya arañaban con la canción “Fade
to black” de su disco “Ride the lightning” (1984) y que les hizo ganar un buen número
de detractores. El disco en sí no es malo. Después de 29 años de volverlo a
escuchar con más detenimiento, se percibe que se hizo un buen trabajo en todos
los sentidos. Todos los músicos optaron más por la melodía sin perder su espíritu
fiero de hacer metal y, al menos, lo sostuvieron. Un disco que en lo personal
no me fue indiferente. Era yo un adolescente cuando lo escuché y aunque conocía
poco de Metallica, tengo que admitir que me impresionó en ese momento. Fue
gracias a este disco que nació mi interés de aprender a tocar la guitarra eléctrica
(Interés que se terminó de consolidar con el “Rust in peace” (1990) de Megadeth).
Un trabajo que tiene feeling, intensidad, destaca el trabajo vocal de James Hetfield
y que gracias a él se creó la categoría de mejor guitarra rítmica, dejando atrás
a Malcom Young de AC/DC, donde Kirk Hammet mantuvo su esencia como guitarrista
experimentando con cosas más ajenas a lo que solía hacer, Lars Tocando como
baterista “normal” y la entrada de Jason Newsted en el bajo que finalmente si se
le escuchaba. Todo conjugado con un sonido innovador, especialmente en los riffs
que sonaban densos, espesos, potentes a pesar de la ralentización, con un
sonido que desde los años de Black Sabbath no se escuchaban y que llevaron al
metal hacia una audiencia más generalizada. Si esto fue para bien o para mal,
fue un sonido que revolucionó el concepto de metal en ese entonces y hasta hoy,
se sigue percibiendo su legado, sobre todo en los músicos jóvenes que se interesan
en aprender algún instrumento y toman algunas canciones como punto de
referencia y como influencia musical. Un disco interesante, que ha resistido el
paso del tiempo, que no se dejó doblegar por el sonido grunge y que sentó la
base primordial del llamado posteriormente Groove metal, que tomó la afinación de
las guitarras de la canción “Sad but true”. La producción es fenomenal, la grabación
muy innovadora para su tiempo y la portada es una enorme mancha negra con un
Metallica atenuado y una víbora enroscada casi imperceptible. El disco contiene
12 cancniones de las cuales destacan: “enter sandman”, “Sad but true”, “The
unforgiven”, “Wherever I may roam”, “Through the never”, “Nothing else matters”
y “My friend of misery” (la mejor del disco para mi gusto personal). El disco
salió a la venta el 12 de agosto de 1991 bajo el sello de Elektra records.
Calificación: 8 de 10 puntos.