jueves, 1 de octubre de 2020

METALLICA – 1991



METALLICA – 1991

Uno de los discos que no debieron existir y sin embargo existen, fue este. Así como el grunge mato al glam/hard rock/heavy metal, el llamado “Black álbum” de Metallica, casi mató al thrash metal. Un disco que de alguna manera orilló a muchas bandas a buscar un sonido más espeso que el que propusieron estos chamacos en su tiempo gracias a la producción de Bob Rock a quien contrataron después de que Lars Ulrich, escuchara el álbum de Mötley Crüe, “Dr. Feelgood” (1989) y le asombrara la forma como sonaba la batería de Tommy Lee y la guitarra muy espesa de Mick Mars. Una historia que cambiaría el rumbo de la música. Ya estos chamacos estaban entrando a sus treinta años y tenían ganas de dejar atrás el vertiginoso sonido de sus años mozos y experimentar con algo que en su momento sería repudiado y hasta hoy, más. Siguiendo la tendencia musical de ese entonces, que fue impuesta por el glam metal, querían grabar un disco con temas más simples, con guitarras más espesas, una batería mejorada y un par de baladas por ahí. Algo impensable pero que ya arañaban con la canción “Fade to black” de su disco “Ride the lightning” (1984) y que les hizo ganar un buen número de detractores. El disco en sí no es malo. Después de 29 años de volverlo a escuchar con más detenimiento, se percibe que se hizo un buen trabajo en todos los sentidos. Todos los músicos optaron más por la melodía sin perder su espíritu fiero de hacer metal y, al menos, lo sostuvieron. Un disco que en lo personal no me fue indiferente. Era yo un adolescente cuando lo escuché y aunque conocía poco de Metallica, tengo que admitir que me impresionó en ese momento. Fue gracias a este disco que nació mi interés de aprender a tocar la guitarra eléctrica (Interés que se terminó de consolidar con el “Rust in peace” (1990) de Megadeth). Un trabajo que tiene feeling, intensidad, destaca el trabajo vocal de James Hetfield y que gracias a él se creó la categoría de mejor guitarra rítmica, dejando atrás a Malcom Young de AC/DC, donde Kirk Hammet mantuvo su esencia como guitarrista experimentando con cosas más ajenas a lo que solía hacer, Lars Tocando como baterista “normal” y la entrada de Jason Newsted en el bajo que finalmente si se le escuchaba. Todo conjugado con un sonido innovador, especialmente en los riffs que sonaban densos, espesos, potentes a pesar de la ralentización, con un sonido que desde los años de Black Sabbath no se escuchaban y que llevaron al metal hacia una audiencia más generalizada. Si esto fue para bien o para mal, fue un sonido que revolucionó el concepto de metal en ese entonces y hasta hoy, se sigue percibiendo su legado, sobre todo en los músicos jóvenes que se interesan en aprender algún instrumento y toman algunas canciones como punto de referencia y como influencia musical. Un disco interesante, que ha resistido el paso del tiempo, que no se dejó doblegar por el sonido grunge y que sentó la base primordial del llamado posteriormente Groove metal, que tomó la afinación de las guitarras de la canción “Sad but true”. La producción es fenomenal, la grabación muy innovadora para su tiempo y la portada es una enorme mancha negra con un Metallica atenuado y una víbora enroscada casi imperceptible. El disco contiene 12 cancniones de las cuales destacan: “enter sandman”, “Sad but true”, “The unforgiven”, “Wherever I may roam”, “Through the never”, “Nothing else matters” y “My friend of misery” (la mejor del disco para mi gusto personal). El disco salió a la venta el 12 de agosto de 1991 bajo el sello de Elektra records.

 

Calificación: 8 de 10 puntos.

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